Los mexicanos las
prefieren gorditas
Por: José Agustín Canto coral
Miro la Monalisa
de Botero, con su pequeña boca y sus grandes carnes. Pienso si en realidad las
preferimos gorditas. Entro a google imágenes y busco más fotos de pinturas de
Botero. En la titulada, el baño, una
gordita –porque desde que llegue a esta ciudad he aprendido que los diminutivos
se requieren- con la misma boquita tierna y mordible. A su manera, Novo no
crítica los gustos sexuales del hombre, sino ese apego a todo lo norteamericano
que se venía dando desde el milagro mexicano en los años cincuenta.
Apenas
hace unos días, me encontré, dado que fue casualidad, a una buena amiga.
Platicamos, la invite a tomar un café –que es
algo metafórico- y terminamos evitando congelarnos por el frente frío
que entró esa noche. Su figura me recuerda a las de Botero. No obstante,
mirando sus ojos, se me olvida el hecho de que somos carne y hueso. Y quizá, también, grasa. Porque para amar o
tener una mujer no importa el peso. Igual que, quien sabe, sabe. Y lo mismo con
lo de la importancia del tamaño, que la herramienta sirve si se sabes usar.
Más,
hablemos de lo que Novo crítica. Esa simbiosis que el mexicano intenta al
adaptarse a la cultura norteamericana. Puede ser, que en este momento no nos quede
claro; ya no sabemos donde termina lo norteamericano y lo nuestro. Con un Mac
Donald´s en cualquier ciudad. Utilizando unos jeans, invadidos por el cine hollywoodense
o yendo al mall en Perisur o Loreto. Con
una coca cola hasta en el rincón más remoto de la selva lacandona. Con tantos
anglicismos en nuestro idioma. Con tecnologías importadas desde el país vecino.
La
crítica en el ensayo leído, no se enfoca en
la forma sino en el fondo de la cosa.
La cuestión no radica en la mímesis hacía otra cultura; más bien, es
hacia el alejamiento de la propia. Olvidarnos de nuestras raíces culturales,
nuestro pasado histórico y la mirada particular del mexicano. Sentir vergüenza
de lo que fuimos. De la lucha que ha forjado este país. En síntesis, a eso se
refiere Salvador Novo, a qué es lo que representa el ser mexicano, y no a lo que otros creen que debería ser el ser mexicano. Sin embargo, este dilema
entraña muchas cuestiones; las cuales van más allá de un simple gusto o
disgusto por la apariencia. Se precisa un reconocimiento de la identidad de un
individuo en un tiempo y espacio. Saber que lo que queremos se debe a un acto
reflexivo, y no a uno imitativo. Porque a partir de la imitación de otras
culturas es como empieza a darse las nuevas colonizaciones. Donde nos quieren
hacer creer que en esta aldea global no existe cabida para individualidades
sólo para corporaciones. Sobre todo, que se nos dice que debemos ser
pragmáticos y que el humanismo a dejado de ser rentable. Cuando la modernidad ha
rebasado al ser moderno.
En fin, la batalla parecería perdida. Ha
sobrevivido el modelo Barbie, en la estética femenina; o la figura a lo Charles
Atlas para los caballeros. Y muchos lo
traen tan enraizados que ya ni cuenta se dan de la diferencia entre la línea de
lo adquirido y lo transmitido. Qué tanto se ha adquirido de la cultura –como
fenómeno del comportamiento humano- norteamericana y cuanto fue absorbido de
una trasmisión de nuestros ancestros. ¿Qué nos queda de lo mexicano, que –a lo
Norteamérica- no se haya puesto en un stand para vendérselo al mundo? Habría
que reflexionarlo.
Fin
FFyL/UNAM